viernes, 16 de mayo de 2008

Reflexiones en la oración

Desobediencia, envidia, violencia. La condena del hombre.

Desde el principio de la historia, el hombre se ha servido de cuentos, fábulas y leyendas, para explicar misterios, o transmitir enseñanzas. Por eso se dice que toda historia siempre tiene algo de real.
Se cuenta, en nuestra cultura que el hombre fue creado por Dios, en un plano distinto al que ocupa hoy día. Creado en otra dimensión, con otras características más celestes. Sin embargo él mismo se condeno alejándose de la idea para la que había sido creado, y transcendiendo al plano en que vivimos hoy; más terrestre, más material, más mortal.
La primera acción que llevó al hombre a esta situación fue la desobediencia; aquel hombre, tenía en el paraíso en que vivía, licencia para lo que fuera. Menos una cosa… comer del árbol de la ciencia… y comió del árbol. Más tarde fueron Abel y Caín quienes dieron los siguientes pasos, primero la envidia de Caín hacia su hermano le llevo a cometer el primer acto de violencia de la humanidad.
Tras dichos acontecimientos se puede decir que la historia del hombre, en relación al proyecto divino, representa un proyecto fallido, erróneo, fracasado. Estas acciones desencadenarán el sufrimiento que ha venido acompañando al hombre. Ese distanciamiento de las fuerzas divinas han llevado al hombre a vivir en un mundo de desobediencias, envidias, violencias, y a partir de ahí, engaños y mentiras, egoísmos… Sin embargo, y a pesar de tantas guerras, epidemias, plagas, el hombre sigue ocupando gran parte de este planeta. Como si a pesar de ese proyecto fallido, alguien determinante, continuase apostando seriamente por el hombre, convirtiendo a este en un depositario de la esperanza divina.
Por otra parte es necesario un giro brusco en la perspectiva del hombre. No hace mucho conocí a una persona que me impresiono por las cosas que le escuche, por la forma en que las contaba. Y de entre todo algo me llamo la atención. Decía que si un hombre de fe, era capaz de ofrecerse con toda convicción, y con toda su pasión, a la voluntad divina. Como dijo María; ; hágase en mí según tu palabra», el mundo se pararía, y hasta las flores se tornarían a contemplar a la persona. Sin embargo lejos de ello, cuando la mayoría de las personas de fe se entregan en oración, no reparan en tal ofrecimiento, que es al fin y al cabo, a través de dicha frase, como podemos situarnos en el lugar que realmente nos corresponde. Si no que además, se ruega y se pide por y para que nuestros proyectos y nuestra vida se desarrolle en la manera que nosotros queremos. Olvidando que eso es algo que descarta y deja fuera de juego al resto de las personas. Digamos que es el egoísmo llevado a niveles espirituales. No digo que sea así en todas las personas que se disponen a la oración, pero si es algo cotidiano que sucede, tanto en las personas de prácticas espirituales, como en cualquier otra persona y en los planos que sean.
Cierto es que habrá muy pocas personas que como María, estén dispuestas a ofrecerse por completo a un designio divino, que de antemano se desconoce. Que estén dispuestas a renunciar a TODO, a la espera de conocer cuales son los pasos que tienen que empezar a dar. Sin embargo hay una línea media entre las dos opciones, que en principio nos permita, al tiempo que construimos nuestro camino en base a nuestras apetencias, convivir de una manera mas servicial, generosa y comprensiva.

(Texto inspirado por la escuela Tian, Cuenca)

2 comentarios:

Borja Santos Porras dijo...

Esto ya me lo explicarás porque me he perdido.

Carlos Armesto Alvarez dijo...

Cuando quieras hablamos de ello.