martes, 15 de julio de 2008

Camino de Santiago. Una puerta al corazón.

Vaya que raro,¿ Porque una puerta?, ¿Porque al corazón? Una puerta porque es un mundo paralelo, diferente para cada persona, pero sí, directamente al corazón de cada uno. A través de la nostalgia que emana Galicia en sus continuas referencias a sus tiempos Celtas, por su intensa espiritualidad que inunda cada paso de la ruta Xacobea, y por el recuerdo a través del peregrinaje, a ese pasado nómada que tuvo el hombre. Sensaciones albergadas en el corazón de todos nosotros, el corazón no olvida, y guarda en su esencia, en su ánimo que impulsa la vida, todo lo vivido y acontecido en el hombre desde la aparición de la humanidad. Así, cuando tienes la ocasión de vivir una experiencia tan especial como la peregrinación a Santiago, es como tocar en lo más intimo del corazón, como despertarle de nuevo ante un mundo que tenía casi olvidado.


Algunas curiosidades
Del hebreo “Yaakov” derivan los nombres de Jacobo, Jacob, Yago, Iago, Jaime, Santiago y Diego. Y es por ello que al año santo se le llame Xacobeo, ya que se emplea el termino Jacob, siendo este el más usado en Europa, y por su acercamiento al Gallego que se sustituya la “J” por la “X”.

Santiago de Compostela, debe su nombre al lugar sobre el que se levanto la catedral de la ciudad. Antiguamente en ese mismo sitio había un cementerio celta. Y se decía que desde los valles de alrededor por la noche, debido a los fuegos fatuos , daba la sensación que las estrellas bajasen desde el cielo hasta el suelo, el campo. Y lo denominaron campo de estrellas, campus estellae, compostela.

Dice la tradición cristiana, que Santiago, al igual que mucha otra gente antes que él. En su caminar, iba buscando el punto más lejano en la tierra, y para encontrar dicho punto iba siguiendo el sol. De manera que según entras de Francia a España, si continuas siguiendo el sol en busca de la tierra más lejana, es muy fácil describir el recorrido que hizo Santiago hasta Finisterrae. Allí, sus palabras sobre la nueva forma de vida, y la religión, fueron muy bien acogidas por los paisanos del lugar, debido sobre todo al valor espiritual que tenían los celtas, para quienes fue relativamente fácil incluir dichas enseñanzas en su forma de vida. Así se formo la primera comunidad cristiana, luego Santiago marcho para Zaragoza. Y a su muerte, miembros de esa primera comunidad cristiana gallega fueron en busca de su cuerpo para enterrarlo en Compostela.
En aquella primera marcha, Santiago se sirvió en su caminar de una concha con la que beber de fuentes, arroyos y ríos. Y de una calabaza que utilizaba a modo de cantimplora. Una vez instaurado el camino de Santiago, la concha se le regalaba al peregrino en su llegada a Santiago, como señal de que había llegado a la ciudad santa y partía en camino de regreso.

Días de peregrinaje
Hay que ver que mal andamos. Parece mentira que realmente tengamos un pasado nómada. Me llamo la atención, esperando el termino de la jornada de mis troperos, veía como llegaban los peregrinos que estaban realizando el camino. El que no cojeaba por un tobillo, lo hacía por una rodilla o una cadera, o pisaba mal… pero la gran mayoría estaba resentido por lo que es al fin y al cabo andar. Aún hoy en la tierra hay pueblos que mantienen su costumbre nómada, incluso se dice de cierta gente de Tibet, que recorren distancias de cientos de kilómetros sin parar ni siquiera a dormir.
Hay que ver lo que es la costumbre. La verdad que es fácil de creer teniendo en cuenta que el ritmo de peregrinaje mantenido tan solo 5 días, lo han aguantado mejor los chicos, de edades entre 11 y 14 años, que los monitores. El tiempo pasa, y cuanto más mayores somos, si no ponemos remedio, el sedentarismo va haciendo sus estragos. Hasta el punto que en la sociedad que estamos no sabemos andar.
Sin embargo creo que lo mejor del camino, de ser peregrino, es esa puerta que te abre, esa puerta de acceso directo al corazón, como decía al principio. Ser, por unos días, totalmente independiente. Eres tú, tu caminar, tu casa a cuestas y un mundo por descubrir. Compartiendo los días con los mismos peregrinos que comparten tus pasos, descubriendo cada día gente nueva. A algunos les dejas atrás, y a otros no les sigues. Pero al cabo del día son un gran número los peregrinos que coinciden jornada tras jornada, en la llegada el destino, en esos momentos de descanso en los que compartir las sensaciones vividas.
Un mundo donde afloran constantemente dos partes de uno mismo; la publica, la social, la que manifestamos. Y otra íntima que va creciendo día a día, una parte que vamos despertando a cada paso, que la vamos conociendo cada día, y que nos anima a seguir a pesar de las incomodidades, del cansancio. Esa es la parte principal del camino. Está bien conocer gente nueva, enriquecernos con sus vivencias y compartir las nuestras. Pero la verdadera revolución que supone para el peregrino el camino de Santiago sucede en el interior de cada uno de nosotros. En esos momentos de paz, en los que aun no estando solos en el camino, llega un instante en el que te ves a ti mismo, y te escuchas a ti mismo. Entiendes que algo resuena en tu interior, algo se ha despertado mientas caminas al amanecer, entre claros y oscuros, sombras y luces, respirando el rocío del despertar, la neblina que se eleva dejando paso al sol, que imponiéndose un nuevo día inunda todo de vida. Y esas sensaciones te envuelven, te abrazan, y entonces comprendes… ante la catedral de Compostela, ante esa iglesia de aspecto envejecido y descuidado, pero con el animo tranquilo, sosegado, con todo tu ser embargado por una paz absoluta, que has seguido los pasos que miles de hombres durante dos mil años han ido marcando el suelo del peregrinaje. Que has llegado, con la motivación que fuera, allá donde todos aquellos hombres desearon llegar. Donde muchos de ellos prometieron algún día, llegar para ser perdonados, para redimir sus pecados, para ofrecerlo bien al Santo, o algún familiar, o algún ser querido.
Ante los pies de la catedral, podemos dedicar un momento a pensar en las miles de personas que se esforzaron, que vencieron penas y dificultades para conseguir llegar hasta allí. Y que una vez allí, tranquilamente, frente al edificio, en la misma plaza del Obradoiro respiraban profundamente mientras se decían: “ Lo he conseguido”. Y aquella exhalación llena de gloria aún esta allí presente, pendiente de expandirse hacia todos los rincones, mientras de momento contribuye a que aquel siga siendo un lugar Santo. Y no solo eso, sino que hace que cualquier persona creyente o no, lo sepa. Basta con detenerse un momento al frente, mirar el emblemático edificio, respirar y escuchar.
(Hola tío, Felicidades y un fuerte abrazo).