jueves, 29 de noviembre de 2012

Castas

 Dicen que cuando un grupo de misioneros portugueses llego a la India y vio como estos se separaban socialmente según sus rasgos, y su color de piel. Los portugueses pensaron en dichas separaciones como gesto de seres de gran castidad y pureza. De ahí el origen de la palabra CASTAS.
Estas castas distinguían socialmente a los hindúes en cuatro grandes grupos. Los Brahmanes, los príncipes y guerreros, los comerciantes y los siervos. Así se organizaba dicha sociedad, manteniendo grandes diferencias y privilegios entre unos grupos y otros.
El primer grupo, contemplado según un orden de estatus social, serían los Brahmanes. Eran los enlaces con la divinidad, interpretaban los designios divinos, y marcaban las pautas para una vida social acorde con el orden místico. A continuación estaban los príncipes y guerreros. No todos los guerreros eran príncipes, pero si todos los príncipes son guerreros, los custodios de la seguridad, del enfrentamiento en combate, del gobierno. Los siguientes serían los comerciantes, encargados de abastecer las necesidades de la población. Y por último los siervos, quienes simplemente servían.
Sin embargo no doy más detalles de cada uno de estos grupos, ya que lo que me interesa destacar, fue una forma de ver las castas que me pareció muy original y útil para cualquiera de nosotros. Y no fue algo de mi ocurrencia, si no que me ha sido transmitido y me gusto tanto que por eso tratare de contarlo aquí.
Cada uno de nosotros representamos continuamente, de una manera o de otra las cuatro castas. Es más, deberíamos cada día, en un momento u otro, interpretar esos cuatro papeles.
Por un momento debemos ser Brahmanes, tenemos la obligación de cada día, dedicar un tiempo a estar en contacto con lo divino. A tratar de esclarecer y comprender que hacemos aquí, cual es el sentido de la vida. Dedicar un tiempo de contemplación que nos lleve a un estilo de vida más coherente.
Como Principes Guerreros, tenemos que librar continuamente la lucha interna entre la pereza, el autoengaño, el dejalopamañana, y el empuje a hacer las cosas que verdaderamente sentimos que debemos hacer. La lucha en este caso es siempre interna. Hay una frase que me gusta mucho de J.L. Padilla; “Hay que ser exigente con uno mismo, y flexible y generoso con todos los demás”. Y así debe ser la postura del príncipe.
Como Comerciantes, se podría decir que todo nuestro ser social, es de comerciante puro y duro, continuamente nos estamos vendiendo a los demás. En las palabras, en el vestir, en las poses y miradas… Y ese modo de actuar ha de ser lo más puro y sincero. De lo contrario nos traerá problemas. Pero ya no solamente en el aspecto somos comerciantes, sino también en el asegurarnos el sustento diario, aquí es otro de los terrenos en que debemos diariamente desarrollar esa faceta de comerciante. Pero de buen comerciante, noble, sincero, transparente, y de fiar.
Por último, quien ocupa el escalón más bajo en la sociedad hindú, en nuestra organización diaria y personal le vamos a subir a lo más alto, a lo más digno y noble, al Siervo. Ya que es uno de los compromisos que tenemos con la vida misma es de servir. Puesto que moriríamos de inmediato si todo lo que nos sirve a nosotros dejase de hacerlo, nosotros igualmente debemos ser servidores de todo aquello que simplemente corresponda. Sin mirar ni comparar, sin entrar en juicios... Incluso, deberíamos asumir al papel principal del Siervo que a veces es Brahman, a veces Principe, a veces Comerciante, y siempre un servidor de todos y para todos. Ya que así es como la creación nos sirve a nosotros.