jueves, 21 de febrero de 2013

Friedrich Nietzsche

“Y la vida me confío este secreto; contemplad, me dijo, yo soy eso que siempre debe superarse a sí mismo”.


Recuerdo esta frase de leerla en una revista en 2008, y me dejo impresionado. La he tenido como ejemplo. De manera que si en algún momento tenía la necesidad de sentirme “vivo” la recordaba, y la usaba a modo de trampolín para coger carrerilla y superarme a mí mismo. Sin embargo anoche en una reflexión me di cuenta de lo siguiente: La vida, como tal, siempre se supera a sí misma de forma natural, sin esfuerzos aparentes, como por arte de magia, pero una magia surgida desde la sencillez.
El hombre corriente, debe cumplir dos requisitos fundamentales, que de principio son la oposición natural para nuestra propia superación; el trabajo consciente y el esfuerzo voluntario. Que implícitamente conllevan sacrificios, luchas internas… cuando menos, sino llegan a estados de angustia, obsesiones, amargura…
Sin embargo cuando un hombre corriente supera todas esas dificultades e impedimentos, llega de pronto a un período en el que superarse a sí mismo sucede de forma natural, como la vida misma, y en vez de esfuerzo, supone gozo y paz. Ya que se ha logrado un estado en el que por fin la vida es real.

martes, 19 de febrero de 2013

El despertar del Rey

Después de mi último artículo en el que hablaba de las castas, y como debíamos despertar a cuatro estados distintos de conciencia durante el día; Brahmán, Príncipe, Comerciante, y  Siervo. Hoy voy ha hablar un poco más en profundidad del segundo peldaño. Pero esta vez no como Príncipe, si no como Rey, ya que es una enseñanza recogida del Señor de los anillos.

En relación al artículo anterior, hablaba de la figura del Príncipe, como la personalidad que hay en todos nosotros y que nos ayuda y anima a dar lo mejor. Decía que el príncipe era esa persona que desde pequeño, se le educaba en todos los campos necesarios para el combate y el buen gobierno de su pueblo. Así en un futuro sería una persona válida tanto para dirigir su pueblo a nivel social, como para liderarlo en el combate. Sin duda que todos esos atributos debemos ponerlos en práctica con nosotros mismos más de una vez. Empezando por ganar esa batalla diaria al despertador, y pasando por todos los continuos retos que nos marcamos en nuestro día a día.
Si nos fijamos, de los cuatro roles que debemos cumplir diariamente, el más difícil es el del Príncipe. Ese luchador interior a veces se despierta derrotado, cuando no está en el olvido de un rincón de nuestra conciencia. El Brahmán está ahí, puede estar más o menos activo y más o menos despierto. El Comerciante es el que está más presente. Y el Siervo también suele aparecer con el curso del día. Pero el Príncipe… ese yo interno inconformista, luchador, perfeccionista…

El despertar del Rey, está basado en la escena de la película en que Gandalf, ya convertido en Mago Blanco, saca a Theomer de los influjos de Grima y Saruman. Theomer sin duda representa ese personaje interno que hasta ahora he presentado como Príncipe.
Muchas veces nos olvidamos de cómo puede haber contenido un significado alegórico en una obra que nos resulta de lo más familiar, y perdemos así la oportunidad de aprender o de crecer  por ese desconocimiento.
El mundo que representa la historia de “El Señor de los anillos” bien puede representar todo el mundo interno de cualquier persona. La escena en cuestión, nos muestra a un Rey vencido y poseído, que gobierna por inercia y bajo el influjo de una fuerza mayor que le lleva a la ceguera y la ignorancia. Por esa falta de conciencia y consciencia, el imperio va en declive, y puesto que él mismo no ve el problema, nadie cercano puede ayudarle.
Esto define en gran medida como es el camino de la humanidad en estos últimos tiempos, y como la mayoría de nosotros actuamos de forma autómata, ciegos, ignorantes y ajenos a cualquier problema. Y ahí es donde aparece Gandalf, el mago blanco, aportando un destello de luz que barre toda niebla cegadora en esa visión del Rey. El mago blanco representa un poder superior, la luz, la fuente de vida que se abre paso. Como decía unas líneas arriba, nadie cercano puede ayudarle, ya que los seres cercanos que había son de su misma condición. Pero Gandalf sale representado como un ser superior, que puede ver con mayor profundidad. Esa sería la imagen interna que corresponde al Brahmán. Por muy perdidos que estemos siempre va a haber una parte de nosotros que mantenga un vinculo directo con esa fuente de luz, solo hay que llegar hasta ella, que no es poco. Barrida la niebla, el Rey renace, como el ave fénix. Regresa con más esplendor, porque dice la tradición que cada victoria nos hace más fuertes, debido a un aumento de experiencia, confianza, bagaje… que poco a poco cristaliza en nosotros proporcionando una voluntad más férrea. Una vez renacido, Gandalf hace al Rey que empuñe su espada, símbolo de poder, y de quehacer… si el Rey fuera cocinero le habría hecho empuñar una cuchara, y si fuera sastre, un metro y una aguja. Pero como es un Rey en tiempos de guerra tocaba espada. Sin embargo la clave no es el objeto en sí, sino el objeto a través del cual uno se expresa y le hace recordar su identidad, Quizá hoy sean tiempos de espada!!