miércoles, 27 de agosto de 2008

Pequeño e insignificante.

Aún en la resaca del campamento me quede atrapado en un pensamiento. De todas las cosas sentidas en estos días, una de las que más, es ver como de pronto 8 de mis chicos se hacen mayores, es decir, pasan de unidad. Y en esa escena que tengo en el recuerdo, viendo en la formación a todos los que se hacian escultas, destacaba sin ninguna duda uno de ellos. Uno de los chicos que parecía haberse colado, tenía la talla de cualquier tropero de primer año tirando a pequeño, y sin embargo a punto de cumplir los 14, estaba donde le correspondía.
Salta a la vista lo tremendamente pequeño que es, sin embargo parece como que no tuviera el menor complejo. Sí, el chico es canijo, él mismo lo sabe, y además no le falta de gente a su alrededor que se lo recuerden. Lo encaja bien, con buen humor, y solo en los momentos más agobiantes su respuesta más violenta sobre este tema, es una mirada fija y un silencio atronador. En seguida te hace saber que la cosa deja de hacer gracia, que empiezas a ser cargante y un tanto molesto. Y por lo demás un ritmo de vida sorprendente, destaca siempre por tener una gran destreza y habilidad en cualquier actividad física. No es el más fuerte de la unidad, y en parte sabe que no puede aspirar a ello, sin embargo es de los más rápidos, y resistentes. Cumple con las marchas de manera sorprendente, le encantan, y le ves, como engullido por una mochila que por muy grande que parezca en comparación con él, no llegan a doblarle lo más mínimo. Y un carácter firme, fuerte, decidido, seguro y con iniciativa.
Así mientras me dejaba llevar atrapado en los recuerdos, comprendí algo que todos sabemos pero que muchas veces lo olvidamos. Y es que todos, todos, al fin y al cabo somos pequeños e insignificantes. Sí, en comparación con cualquier acontecimiento de la vida y de la historia, el paso del hombre se puede comparar con un simple chispazo ante la magnitud del tiempo, y del universo. Y eso me lo recordó la imagen de ese tropero, que sin hablar mucho, pero demostrando cada cosa con hechos y acciones, nos dice que somos pequeños, pero que no importa, y nos da un ejemplo de como actuar de cara a la vida. Porque si no perdemos el tiempo en complejos y demás limitaciones, nos mantenemos con humildad, y perseguimos la vida allá donde vaya, queriendo no perdernos ni un solo instante, disfrutando en todo momento, y siguiendo con valor lo que el corazón nos dice. Es fácil que al final nuestros logros y acciones permanezcan quizá, por un período relativamente grande en lo que es la historia de la humanidad.
Que grande eres, guindilla.

jueves, 21 de agosto de 2008

USAIN BOLT

Estaba pasando un fin de semana de montaña, senderismo, como lo queramos llamar, y en una parada que hicimos en coche, mientras nos movíamos de una destino a otro, decidimos tomar un café. Que casualidad, justo en ese momento pudimos ver la final olímpica de 100 metros lisos. Antes de la salida, Isra, me pidió un pronostico. Asafa Powell, te digo este porque es el único nombre que conozco.
Años antes esta situación hubiera sido bien distinta, habría sabido cuando era la final, y quienes competían. Mi última etapa como deportista de competición fue en el atletismo, una gran promesa. Llegue desviado del fútbol con 16 años, porque como yo corría no lo hacía nadie, llegaría mas lejos en el atletismo que en cualquier otro deporte. Y bueno, los entrenadores que tuve reflejaban una gran ilusión en mí, sin embargo una serie de lesiones hicieron que simplemente no lograra correr todo lo rápido que podía y terminar una carrera. Así que deje el atletismo aunque continuo practicando a un nivel mucho más bajo.
Sé lo que es correr 100m, y lo que es esforzarte en los finales de un 200 en los que te empieza a faltar el fuelle. Y siempre como carrera parecía tener más peso los 100 metros, pero el encanto del doble hectómetro era genial. En mis tiempos la referencia aún era Carl Lewis, y coincidí con los años gloriosos de Donovan Bailey, quien de hecho fue el último velocista que me gusto. Siempre he tenido dudas sobre Michael Jonson y sus 19,32. No me encajaba que los 200m los ganara un cuatrocentista, y menos paticorto, y no es una crítica sino una realidad. Pero sobre todo dejó de interesarme la velocidad cuando los atletas se centraban no más que en una sola prueba, y para los 100 parecían coger a los mejores, reventarles en un gimnasio, explotar al máximo su potencial muscular y ponerles ante los 100metros dispuestos a correr de forma violenta, como si se pegasen con el viento y la pista a puñetazo y patada limpia.
El sábado pasado me lleve una muy grata sorpresa, el atleta que vi, no solo había ganado y había batido el record del mundo, y esto pasando la meta casi por inercia. No, el atleta que vi tenía una musculatura estilizada, en su justa medida. Su proporción peso altura responde a los estándares naturales del atletismo, y no a los límites que habían sido llevados en estos últimos años. Y sobre todo vi a un atleta elegante, con una zancada firme, larga, un braceo muy bien acompasado, el tronco bien colocado, los trazos en sus movimientos muy contundentes, limpios. Y en esto se ven diferencias con los últimos metros del 200, donde se ve como poco a poco los movimientos se vuelven más forzados y menos contundentes, signo de la acumulación de ácido láctico. Algo totalmente normal incluso a esos niveles, de hecho en declaraciones suyas reconoce haberse animado a sí mismo al entrar en la recta final. Lo mejor de todo es que por fin un velocista se centra en correr, y en correr bien, no limitándose a prepararse una sola prueba. Es por ello que como decía la figura de este campeón sea distinta a la que nos han acostumbrado a ver en los últimos tiempos, y es por ello también que ahora vuelva a su casa en Jamaica con al menos dos oros correspondientes a dos pruebas en lugar de uno solo. Hoy cumple 22 años, reconoce haber trabajado mucho para conseguir esto, y promete trabajar más aún para mantenerse en este nivel, por lo que tenemos Bolt para unas cuantas olimpiadas, y confío en que la velocidad vuelva a recuperar su estilo.
Enhorabuena y muchas gracias.
QUE GRANDE, USAIN BOLT.

miércoles, 6 de agosto de 2008

QUIERO MAS…

Pero no puede ser, siempre sabemos que son 15 días. Nos vamos cuando de repente llega ese día que durante tanto tiempo hemos esperado, un año, desde que terminó el anterior deseando que de nuevo comenzase otro. Y sabemos hasta cuando dura, siempre sabemos la fecha de regreso. Pero nadie te dice cuando acaba.
Llegas a casa, contento en parte porque el agua de la ducha saldrá a la temperatura que a ti te apetezca, contento porque una vez limpio, ese olor mezcla de jabón, champú y perfume te acompañará por algo más que un paseo por la campa. Contento porque podrás usar el baño, tu baño, a tu manera, con tus revistas, comics, lo que corresponda.
Y sin embargo pasa la primera noche en la que te sitúas de nuevo en tu hogar, cuando a la mañana siguiente vives, revives y añoras cada momento de lo vivido en los últimos 15 días. El despertar del campamento… y a partir de ahí, en cada momento del día un recuerdo que te aborda, que te invade, y te recuerda…
Cuando hablo de mi blog, comento que los temas que trato son a cerca de cómo el hombre se ha salido de su modo de vida natural. Hablo de antiguas tradiciones, de emociones y sentimientos que tenemos manipulados u olvidados, de capacidades perdidas, de formas de plantearse las cosas sin buscar el interés o lo material. Y ahora, ante tal maraña de sentimientos, ante ese choque que te produce el regreso a la realidad tras un campamento, te das cuenta de la cantidad de valores que se trabajan y se viven esos días.
Siendo chico, la cantidad de experiencias, de vivencias que tienes, y de independencia, hace que solo con eso ya te suponga casi un trauma la vuelta al mundo real. La conexión con tus amigos, y dejar de verles de golpe durante un mes, cuando tras 15 días han sido uña y carne, es de por sí bastante frustrante.
Siendo monitor, el hecho de comprometerte a semejante trabajo por amor al arte, hace que no haya nada que cuando eso acabe, te alivie. Si ante una actividad así hay una nomina o una compensación económica, creo que en el momento de dejarlo puede servir de consuelo, total, lo hacía por dinero… Pero no, aquí los que vamos es por que nos gusta, porque nos gusta la vivencia, porque nos gusta compartirlo con nuestros compañeros, porque en la ciudad no hay estrellas, porque en la ciudad no se oye el río, porque en la ciudad no llego a sentir tal nivel de agotamiento que luego puedo disfrutar como nunca de estar tirado, en cualquier parte del suelo, que casualmente tendrá unas vistas espectaculares, porque meter la cabeza bajo el caño de un abrevadero es un placer, y cuanto más pega el sol mayor es el placer, porque vives en una burbuja donde el tiempo tiene otro valor, donde el compañerismo esta en cada situación, ser generoso es lo normal y el dinero nada vale. Porque una pandilla de chicos que tienes a tu cargo te machacan día tras día, y eso te vuelve loco, por ellos. Porque si algo pasa todos lo saben, donde no hay secretos, y donde realmente sientes la vida latir dentro de ti, allá aislado en ese mundo que hemos perdido, y donde solo alguno, nosotros gracias a los scouts, podemos escapar por unos días y descubrirlo, y sentirlo y disfrutarlo. Con el peligro de que luego cuando se acaba pasemos unos días de anhelo, y quizá tristes. Aunque… sí, vemos que realmente el campamento acaba, pero el espíritu se mantiene, y que al final… vale más sonreír por haberlo vivido.
Esto solo acaba cuando uno realmente quiere que termine, hasta entonces… La Caza Sigue.
Buena Caza.