lunes, 19 de noviembre de 2007

Música

Bedrich Smetana, Má Vlast ( mi patria ). Ciclo de poemas sinfónicos: Vysehrad, Vltava, Sárka. Fue el tema final del concierto al que acudí anteayer. Y me gusto mucho. Me gusta la música, sin embargo quienes me conocen coinciden que soy bastante atípico en mis gustos musicales. Trato de escuchar músicas que transmiten algo; algo emotivo, algo cultural, una expresión de arte y no una mera motivación comercial.
Y el viernes me gusto especialmente la parte de Smetana, por la libertad que me dio al escucharla. Transmitía una gran fuerza, y mientras la orquesta te movía entre tormentas, y calmas cargadas de una suave melodía, se podía, sin el menor problema, autotransportarse a través de la música. Así como en la vida pasamos de un constante cambio en las emociones, y viajamos entre alegría infinita, reflexiones, preocupaciones, y estados de placentera armonía. Se podía de la misma manera, viajar por todas esas emociones embarcado en las notas de Smetana.
Sin embargo no es una exclusiva de dicho compositor. Del concierto del viernes, fue su parte la que me produjo en mayor medida dicho sentimiento. Pero es algo que posee la música. Algo que tiene de manera intrínseca, siempre que salga de dentro, siempre que salga de la emoción del compositor. Refleja esa capacidad de cambio constante que tiene la vida, de llevarnos al son del azar de unos estados a otros. Y de una manera que escapa a nuestra voluntad, tras lo cual la mejor alternativa que tenemos es sencillamente; escuchar el concierto, asimilar su música, y… dejarnos llevar… libres al son que nos va llegando, guiados por sus notas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La musica nos envuelve y nos hace vibrar con ella.
Nos mueve por dentro de alguna manera.
Y en el Auditorio suena todo muy bien