viernes, 21 de mayo de 2010

TRANSMUTAR. 1 DE 2.

Origen.

En el último día de la creación, Dios dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;..” (Génesis1:26). Y así, de esta manera Él terminó Su trabajo con un “toque personal”. Dios formó al hombre del polvo y le dio vida de Su mismo aliento (Génesis 2:7). De acuerdo a esto, el hombre es el único, entre toda la creación de Dios, que tiene una parte material (cuerpo) y una inmaterial (alma / espíritu).
- Pero Maestro, no termino de ver esa semejanza. Muy pocas de las virtudes de Dios están reflejadas en el hombre. Incluso diría que esa parte inmaterial, ese espíritu, también se ha perdido.
- No lo verás mientras contemples al hombre como el ser que ahora es. Tienes que mirarlo en toda su realidad. Desde el instante de su creación hasta el momento actual. Es un ser con un potencial inabarcable que está en constante evolución, y por lo tanto tiene momentos brillantes y otros más oscuros.
Aquel hombre original tenía la capacidad de desmaterializarse. En sí mismo el ser, el hombre, no era más que una concentración de energía, de tal modo que podía hacerse materia en la forma concreta que hoy conocemos y vemos a diario en cualquier persona, o bien podía desmaterializarse y moverse por el universo como un espíritu, y lo que eso supone, si no hay nada que ocupe un lugar, un espacio, tampoco ocupa un tiempo. Sí, esos primeros seres eran excepcionales, auténticos emisarios de Dios con la capacidad de fundirse con él en toda su grandeza. En los reinos del espíritu no hay espacio-tiempo, sino que todo es en un mismo instante y solo depende de tu propia opción estar donde y cuando quieras. Al desmaterializarse y vivir únicamente la expresión del espíritu se perdía la identidad y se volvía uno con el todo, era como reintegrarse en la fuente de la creación.
Mientras por otra parte, tenían la virtud de concretarse en este mundo que hoy pisamos y disfrutar de todos los placeres mundanos; las maravillosas vistas y paisajes que nos rodean, los aromas y sabores, las sensaciones térmicas y las músicas celestiales.
Con el tiempo surgieron dos variantes principales de aquellos hombres. Los que continuaron cumpliendo con su labor de emisarios divinos, permaneciendo en la tierra, disfrutando de ella, pero también volviendo a la fuente según fuera lo debido. Y los que se apegaron más y más a los placeres mundanos, atrapándose a sí mismos en este mundo, y perdiendo con el tiempo la capacidad de volver, de desmaterializarse. Dentro de esta clasificación también hay diferencias; Algunos de los hombres han perdido por completo la memoria de lo que fueron, y viven totalmente apegados a los placeres mundanos, casi desvinculados de todo lo que es el origen, la creación y nuestro creador. Es por ello que cada cierto tiempo aparecen hombres, a los que tienen por excepcionales, personas que destacan sobre el resto, y que aún mantienen una fuerte conexión con el origen. Y son enviados con la intención de hacer recordar lo que fue. Estos hombres conocen con bastante detalle los reinos del alma, las estancias divinas. Saben de su organización y de aquellos emisarios originarios más conocidos como Ángeles.

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