miércoles, 17 de febrero de 2010

Y... DÍME, ¿TÚ, PORQUÉ HACES ORACIÓN?

Bien bueno, no se, es sin duda un tiempo de agradecimiento y humildad, en lo referente a la parte humana, y de transcendencia hacia la parte divina que tenemos, un momento de conexión con lo ilimitado del universo.
Es decir, simplemente pensando la cantidad de cosas que suceden a lo largo del día, y en todo el mundo... ¿No es sino de agradecer que vivamos cada día? Y viendo además las pocas cosas que están en nuestra mano relacionadas con nuestra supervivencia, y comparándolas con todo lo que nos llega sin que podamos hacer nada... ¿ No nos revela acaso una actitud de humildad?
Y esto en cuanto al día a día de cada uno de nosotros, sin embargo si entramos un poco en la dimensión de la creación, del universo, todo cambia y se amplia radicalmente. Sabemos de la cantidad de miles de millones de años que tiene el universo, un pasado sin duda muy lejano. Y todo nos indica que el futuro de este es también inabarcable para nuestra mente, para como tenemos asimilado la noción del tiempo, tal cantidad de años nos resultan inconmensurable, infinitos. Mas aún cuando en nuestra mente también se ha instalado el concepto de mortalidad, como un límite de nuestras vidas, ese límite hace que nuestra existencia, que nuestro paso por el planeta no sea más que un breve destello de luz, que un casi imperceptible chispazo en comparación con la eterna luz que desprende el universo. Lo que crea como una disociación entre nosotros y la creación. Rompen la armonía. Puesto que si somos una pequeña e ínfima parte del universo, pero universo al fin y al cabo, tenemos también establecido en nuestro ser esa posibilidad de infinito. Quizá no la hayamos descubierto aún, o no la lleguemos a creer firmemente aunque otros lo hayan logrado antes que nosotros. Sin embargo a través de la oración se puede rescatar esa esencia de infinito, esa transcendencia hacia lo ilimitado que nos ha creado, ese salto que nos revela claramente nuestras posibilidades de evolución. Y se refuerzan al tiempo las dos cualidades con las que empezamos que deben estar presente en toda oración, la gratitud y la humildad. Ya que visto también de esta forma global, es aún más milagroso que permanezcamos con vida un día tras otro, en la manera que aquí tenemos concebida la vida. Y desde esa misma forma, la humildad, se convierte en algo intrínseco, inherente al ser humano.
Esta es una razón, pero sin duda que hay muchas más. Quizá esto sea un principio por el que comenzar a dedicar un tiempo de oración. Y a medida que avanzas, practicas y profundizas, descubres que al final has despertado una parte de ti que hasta entonces no conocías, y que como el resto de ti, también debe ser alimentado.

Seguiremos hablando.