miércoles, 16 de enero de 2008

El significado de las coincidencias

Segunda parte:



La sincronicidad de Jung:
Al enfrentarnos a una casualidad tan impactante como ésta -aunque lo cierto que se producen con frecuencia-, lo primero que nos preguntamos es: ¿qué probabilidad había de que el libro extraviado por Feifer en una estación por la que pasan millones de personas fuera a parar a las manos de Hopkins? Si analizamos el caso racionalmente, la probabilidad es tan remota que no podemos evitar pensar que hay un orden oculto que mueve a su manera los hilos invisibles de la realidad, una enigmática inteligencia dentro del azar.
Carl Gustav Jung exploró a fondo esta cuestión tras vivir en su casa de Zurich una experiencia parecida a la del libro extraviado. El psiquiatra que había colaborado con Freud en sus inicios soñó con un martín pescador y, al día siguiente, estuvo intentando dibujar las alas de esta ave marina sin lograrlo.
Enfadado por su torpeza, salió a tomar aire al jardín, donde encontró un pájaro muerto. Era justamente un martín pescador, un ave marina muy rara en una ciudad como Zurich.
Jung entendió que había una conexión íntima entre su deseo de dibujar las alas del martín pescador y la caída del animal. Aunque el pájaro no había caído porque él quisiera dibujarlo, lo que sería una casualidad, costaba de creer que aquella coincidencia fuera sencillamente fruto del azar, es decir, una casualidad. Era más bien una cuestión de sincronicidad.
El autor trató por primera vez este tema en un artículo publicado en 1952. Allí exponía que más allá de la casualidad y la causalidad hay un orden misterioso que se manifiesta en las coincidencias de la vida diaria. Ésta fue su definición de sincronicidad: “Cuando dos incidentes se producen de forma sincronizada, aunque no parezca que exista una relación causa-efecto, puede haber una conexión significativa entre ellos”.

Continuará…
Texto extraído de la revista Integral. Nº337. Artículo de Francesc Miralles

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