Toda la perfección del hombre consiste en alejarse y en despojarse de la
criatura; en comportarse uniformemente en y hacia todas las cosas, non
ser abatido por las adversidades, no exaltarse en la fortuna, no
alegrarse o temer o gozar de una cosa más que de otra… También si esto
parece arduo y difícil, en cambio es absolutamente leve y necesario;
leve sobre todo porque cuando se ha gustado el espíritu, se pierde el
sabor de toda carne. De hecho, el inconmensurable gusto de Dios anula
todo lo demás. Secundariamente porque, en efecto, para quien ama de
verdad, todas las cosas son un puro nada, fuera de Dios, en cuanto fuera
del ser.
martes, 24 de septiembre de 2013
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