¿Cómo sabemos si el mundo en que vivimos es real, o simplemente es un mundo creado por nuestra mente, en función de nuestros deseos, apegos, aversiones e indiferencias?
El primer paso que debemos dar, es el reconocimiento de que tal cosa sucede. Es decir, admitir que no siempre vivimos en un mundo real, ni nos comportamos según los patrones que las circunstancias reales requieren. Comprender o distinguir esta diferencia nos llevaría a una práctica de autoconocimiento y evolución de la conciencia, hasta llegar a identificar lo real, de lo creado por nuestra mente. Pero si somos conscientes de que podemos llegar a comportarnos según patrones creados por nuestra propia mente, en función de mecanismos rutinarios, de mecanismos auto protectores, o bien por el influjo del deseo y la aversión. Tenemos ya un paso dado para que en la hora de analizar la situación, podamos comprenderla desde un abanico más amplio de posibilidades.
Imaginemos que nos vamos a duchar. Por lo general siempre seguimos un patrón rutinario desde que entramos hasta que salimos de la ducha. El champú tiene su sitio. Igual que el gel el suyo. Son fijos e inamovibles. Sin embargo alguien se ha duchado antes que nosotros y ha terminado uno de los botes de jabón, y lo ha sustituido por otro de otra marca y modelo, pero que inmediatamente hemos identificado como el nuevo producto para nuestro aseo. Y para concretar los detalles, tampoco está en el sitio exacto que le correspondería. Bien, nosotros hemos comenzado el proceso de la ducha, hemos visto el cambio que ha habido, y hemos continuado con nuestro proceso. En el momento que necesitamos ese producto, mecánicamente ( que no instintivamente), vamos a buscarlo en el lugar de siempre. Alargamos el brazo, vemos que no está y entonces rectificamos volviendo a la realidad.
Lo importante del ejemplo no son los detalles en sí, sino la experiencia. Ya que es algo que de una u otra manera a todos nos ha pasado. Y es un detalle sencillo que nos revela varias cosas. Por una parte, hemos concretado que sí que hemos visto el cambio producido en el baño, incluso con detalle hemos dado por hecho que la mente ha registrado el cambio. Sin embargo al actuar de un modo mecánico, en el que la concentración o conciencia está más relajada, nuestra mente nos ha impulsado a actuar del mismo modo que siempre. En un caso como este no es más que por mera comodidad. Y como es un ejercicio sencillo, inmediatamente ha visto el fallo rectificando y tomando conciencia de la realidad para actuar de nuevo acorde a esta.
Sin embargo en muchos procesos de la vida, y en muchos momentos del día, nuestra mente rechaza la realidad y la condiciona a nuestro gusto, necesidad o apetencia. Por muchos factores distintos y de muchas formas muy sutiles. A veces nos damos cuenta de los errores, y como en el ejercicio volvemos atrás y actuamos de otro modo. Sin embargo en muchos otros casos, nos empeñamos una y otra vez, limitando nuestra vista a nada más que una única posibilidad, y esta posibilidad es una ilusión creada por nuestra mente. Lo que nos mantiene encerrados en un círculo de error tras error.
Seguramente si analizamos las situaciones en las que nos hemos visto atrapados en una cadena de acontecimientos nada compensatorios, podemos ver que nuestra forma de plantear las situaciones era un tanto “personalizada”. Por lo tanto, cuando veamos que nuestro caminar, una y otra vez nos lleva a un mismo punto de confrontación. Lo mejor es que volvamos al origen, al principio, nos despojemos de nuestros condicionantes, analicemos la situación con la máxima ecuanimidad y emprendamos de nuevo el camino. Seguro que esta vez nos lleva al éxito.
El primer paso que debemos dar, es el reconocimiento de que tal cosa sucede. Es decir, admitir que no siempre vivimos en un mundo real, ni nos comportamos según los patrones que las circunstancias reales requieren. Comprender o distinguir esta diferencia nos llevaría a una práctica de autoconocimiento y evolución de la conciencia, hasta llegar a identificar lo real, de lo creado por nuestra mente. Pero si somos conscientes de que podemos llegar a comportarnos según patrones creados por nuestra propia mente, en función de mecanismos rutinarios, de mecanismos auto protectores, o bien por el influjo del deseo y la aversión. Tenemos ya un paso dado para que en la hora de analizar la situación, podamos comprenderla desde un abanico más amplio de posibilidades.
Imaginemos que nos vamos a duchar. Por lo general siempre seguimos un patrón rutinario desde que entramos hasta que salimos de la ducha. El champú tiene su sitio. Igual que el gel el suyo. Son fijos e inamovibles. Sin embargo alguien se ha duchado antes que nosotros y ha terminado uno de los botes de jabón, y lo ha sustituido por otro de otra marca y modelo, pero que inmediatamente hemos identificado como el nuevo producto para nuestro aseo. Y para concretar los detalles, tampoco está en el sitio exacto que le correspondería. Bien, nosotros hemos comenzado el proceso de la ducha, hemos visto el cambio que ha habido, y hemos continuado con nuestro proceso. En el momento que necesitamos ese producto, mecánicamente ( que no instintivamente), vamos a buscarlo en el lugar de siempre. Alargamos el brazo, vemos que no está y entonces rectificamos volviendo a la realidad.
Lo importante del ejemplo no son los detalles en sí, sino la experiencia. Ya que es algo que de una u otra manera a todos nos ha pasado. Y es un detalle sencillo que nos revela varias cosas. Por una parte, hemos concretado que sí que hemos visto el cambio producido en el baño, incluso con detalle hemos dado por hecho que la mente ha registrado el cambio. Sin embargo al actuar de un modo mecánico, en el que la concentración o conciencia está más relajada, nuestra mente nos ha impulsado a actuar del mismo modo que siempre. En un caso como este no es más que por mera comodidad. Y como es un ejercicio sencillo, inmediatamente ha visto el fallo rectificando y tomando conciencia de la realidad para actuar de nuevo acorde a esta.
Sin embargo en muchos procesos de la vida, y en muchos momentos del día, nuestra mente rechaza la realidad y la condiciona a nuestro gusto, necesidad o apetencia. Por muchos factores distintos y de muchas formas muy sutiles. A veces nos damos cuenta de los errores, y como en el ejercicio volvemos atrás y actuamos de otro modo. Sin embargo en muchos otros casos, nos empeñamos una y otra vez, limitando nuestra vista a nada más que una única posibilidad, y esta posibilidad es una ilusión creada por nuestra mente. Lo que nos mantiene encerrados en un círculo de error tras error.
Seguramente si analizamos las situaciones en las que nos hemos visto atrapados en una cadena de acontecimientos nada compensatorios, podemos ver que nuestra forma de plantear las situaciones era un tanto “personalizada”. Por lo tanto, cuando veamos que nuestro caminar, una y otra vez nos lleva a un mismo punto de confrontación. Lo mejor es que volvamos al origen, al principio, nos despojemos de nuestros condicionantes, analicemos la situación con la máxima ecuanimidad y emprendamos de nuevo el camino. Seguro que esta vez nos lleva al éxito.
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