Dicen que
cuando un grupo de misioneros portugueses llego a la India y vio como estos se
separaban socialmente según sus rasgos, y su color de piel. Los portugueses
pensaron en dichas separaciones como gesto de seres de gran castidad y pureza.
De ahí el origen de la palabra CASTAS.
Estas castas
distinguían socialmente a los hindúes en cuatro grandes grupos. Los Brahmanes,
los príncipes y guerreros, los comerciantes y los siervos. Así se organizaba
dicha sociedad, manteniendo grandes diferencias y privilegios entre unos grupos
y otros.
El primer
grupo, contemplado según un orden de estatus social, serían los Brahmanes. Eran
los enlaces con la divinidad, interpretaban los designios divinos, y marcaban
las pautas para una vida social acorde con el orden místico. A continuación
estaban los príncipes y guerreros. No todos los guerreros eran príncipes, pero
si todos los príncipes son guerreros, los custodios de la seguridad, del
enfrentamiento en combate, del gobierno. Los siguientes serían los
comerciantes, encargados de abastecer las necesidades de la población. Y por
último los siervos, quienes simplemente servían.
Sin embargo
no doy más detalles de cada uno de estos grupos, ya que lo que me interesa
destacar, fue una forma de ver las castas que me pareció muy original y útil
para cualquiera de nosotros. Y no fue algo de mi ocurrencia, si no que me ha
sido transmitido y me gusto tanto que por eso tratare de contarlo aquí.
Cada uno de
nosotros representamos continuamente, de una manera o de otra las cuatro
castas. Es más, deberíamos cada día, en un momento u otro, interpretar esos
cuatro papeles.
Por un
momento debemos ser Brahmanes, tenemos la obligación de cada día, dedicar un
tiempo a estar en contacto con lo divino. A tratar de esclarecer y comprender
que hacemos aquí, cual es el sentido de la vida. Dedicar un tiempo de
contemplación que nos lleve a un estilo de vida más coherente.
Como
Principes Guerreros, tenemos que librar continuamente la lucha interna entre la
pereza, el autoengaño, el dejalopamañana, y el empuje a hacer las cosas que
verdaderamente sentimos que debemos hacer. La lucha en este caso es siempre
interna. Hay una frase que me gusta mucho de J.L. Padilla; “Hay que ser
exigente con uno mismo, y flexible y generoso con todos los demás”. Y así debe
ser la postura del príncipe.
Como
Comerciantes, se podría decir que todo nuestro ser social, es de comerciante
puro y duro, continuamente nos estamos vendiendo a los demás. En las palabras,
en el vestir, en las poses y miradas… Y ese modo de actuar ha de ser lo más
puro y sincero. De lo contrario nos traerá problemas. Pero ya no solamente en
el aspecto somos comerciantes, sino también en el asegurarnos el sustento
diario, aquí es otro de los terrenos en que debemos diariamente desarrollar esa
faceta de comerciante. Pero de buen comerciante, noble, sincero, transparente,
y de fiar.
Por último,
quien ocupa el escalón más bajo en la sociedad hindú, en nuestra organización
diaria y personal le vamos a subir a lo más alto, a lo más digno y noble, al
Siervo. Ya que es uno de los compromisos que tenemos con la vida misma es de
servir. Puesto que moriríamos de inmediato si todo lo que nos sirve a nosotros
dejase de hacerlo, nosotros igualmente debemos ser servidores de todo aquello
que simplemente corresponda. Sin mirar ni comparar, sin entrar en juicios...
Incluso, deberíamos asumir al papel principal del Siervo que a veces es
Brahman, a veces Principe, a veces Comerciante, y siempre un servidor de todos
y para todos. Ya que así es como la creación nos sirve a nosotros.