La verdad que no sé cuando hemos llegado a este punto. No sé si es algo
que nos viene de muy atrás en el tiempo, o ha surgido en nosotros, los humanos,
hace relativamente poco. El caso es que incluso, o quizá en este aspecto más
que en otros, que tiramos balones fuera, y nos eximimos de nuestra
responsabilidad de estar sanos.
Antiguamente había culturas en las que la salud y el bienestar de los
individuos estaba en manos de astrólogos. Personas de gran sabiduría que
conocían a la perfección lo que pasaba en el cosmos, y como este influía sobre
la tierra, y por lo tanto sobre nosotros. Se cree que todo acontecer es debido
a la combinación de tres fuerzas, positiva, negativa y conciliadora, (tienen también
otros nombres, pero he elegido estos). Y a la hora de concebir una nueva vida actúan
las tres. Positiva o activa como masculina. Negativa o pasiva como femenina. Y
conciliadora como la tercera fuerza que viene del cosmos. De este modo cobra
sentido que nuestras vidas estén regidas por una fuerza astral.
Dichos Astrólogos no solo se limitaban a la contemplación del cosmos,
sino que hacían de médicos dentro de los clanes, de manera que cuando alguien
requería de sus sabios consejos, estos no se limitaban a un par de pautas que
restablecieran su salud. Si no que hacían un riguroso estudio de situación,
observando cómo vivía esa persona acorde a sí mismo, a sus propias facultades.
Acorde a su núcleo social. Según que horarios establecía sus sueños, vigilias,
comidas… y también si se mantenía dentro de los designios cósmicos del momento…
Con el tiempo, el conocimiento de aquellos sabios Astrólogos se fue perdiendo,
hasta que prácticamente desapareció dicho saber. Y más tarde aparecieron
Astrólogos de nueva promoción que no llegaron a comprender bien aquel
conocimiento, de modo que fueron sustituyendo esas pautas de conducta, por
simple charlatanería.
Este es sencillamente un ejemplo que me ha desviado en parte del tema a
tratar. Sin embargo es un reflejo del conocimiento que el hombre tenía y que se
ha ido perdiendo. Pero no es el único caso, ya que en muchas culturas antiguas,
las personas encargadas de velar por la salud, suelen tener un conocimiento del
entorno, de la naturaleza, de las costumbres y del cosmos que difícilmente podemos
encontrar hoy en día. Aunque se encuentra, si lo buscas, lo encuentras… algo
queda.
En aquellos tiempos, cuando alguien enfermaba y recurría al sabio
correspondiente, asumía que el papel protagonista para recobrar la salud lo
tenía uno mismo. Sin embargo unos sabios consejos siempre hacen las cosas más
fáciles, por lo que seguían al pie de la letra todas las indicaciones que les
eran transmitidas. Y siguiendo tales consejos, con fe y esperanza, la salud
volvía. Y no para vivir treinta, cuarenta o quizás hasta cincuenta años, sino
para vivir muchos años con plenitud de facultades. Este es un dato que a día de
hoy nos cuesta creer. Pero sí, antiguamente se vivían muchos años… (La media de
vida, o la esperanza de vida, no es un dato muy transparente en este asunto).
Vivir con salud puede ser por una parte estar libre de enfermedades,
pero también puede ser vivir sin verse limitado por ninguna enfermedad. Y
cuidar y mantener la salud no es tomar una pastilla como prevención. Es un estilo
de vida, que en palabras de Buda puede resumirse de manera muy sencilla; “La
virtud esta en el camino del medio” No dormir mucho, pero tampoco poco. No
comer demasiado, ni muy escasamente… Es cuidar cada aspecto y cada instante del
día, y hacerlo de manera moderada, y si puede convertirse en una experiencia
gozosa, mejor.
Y no podemos eximirnos de la responsabilidad de permanecer sanos, o de
recobrar la salud. Que hay muchas propuestas y muy variadas en nuestra cultura
que nos pueden ayudar… desde luego que sí. Pero que nadie, ningún médico,
doctor, curandero, Chaman, nos va a curar, ni nos tiene que curar. Eso es algo
que depende de nosotros. Aunque los mecanismos biológicos que tenemos en
nuestro interior pueden llegar a sorprendernos, pero consciente o inconscientemente
es nuestro deber.